Ver las cosas desde el detalle.
Buscando la esencia misma.
Desfragmentar un barrio en momentos.
Para liberar espacio interno.
Respirar ahora.
Ser más allá de mí.
Salir y respetar.
Volver y crecer.
Mi alma se refleja en ella.
Amplia mis horizontes y me llena de luz.
Se extiende como una sombra de mis emociones.
Un espejo.
Hoy, al mirarla, entiendo que forma parte de mis ciclos.
En ocasiones, es la puerta de entrada y a veces es la de salida.
Dónde coloco mucho más que plantas en tiestos.
Mi primera forma de meditación.
Mi compañera en lo invisible,
poniendo el acento en las notas de la naturaleza.
Toda luz y sombras.
Pasan cosas.
Un día,
un lago inexistente,
toma la profundidad de un mar en forma de amistad.
Su casa,
su Alma.
La luz se muestra honesta, humilde, sin pretensiones.
Los libros se acumulan.
El suelo cálido cruje, se mezcla lo vivido, con lo soñado.
Pequeña,
con un deseo inmenso de crecer,
el verde esperanza cada uno de sus rincones.
Me acoge.
Y como la hiedra, penetra por mi piel y se acurruca en mi.
Se confunde el espíritu de la casa con quién la habita.
Y crece el anhelo de volver.
El Cosmos y el Caos
conviven,
en este, nuestro hogar pasajero.
La tempestad azota el edificio desde sus cimientos
y el ruido de las olas retumba horas en mi cabeza,
mientras la hermosa luz del mar se refleja por toda la casa
y la primavera se cuela en cada rincón,
Mi Cosmos
se rompe
y
se estructura,
una vez más,
SOM
SOC
hoy, aquí y ahora.
Lejos de nuestra casa,
construimos el verdadero hogar.