«Surt de l’ànima, ralla com un riu»
No tenía ánimo para ir, pero sabía que ese día no podía perdérselo.
Guardó el gran bolso de trabajo en el armario, se quitó el traje, los tacones y el maquillaje.
Tenía que ser ella para ir allí.
Despojarse del personaje creado para la vida y cubrirse con la mínima expresión para que todo aquello que aconteciese le penetrase directamente, sin filtros.
Ocupó su lugar de siempre.
Y esperó.