Llegaste para ser el espejo.
Me vi en ti y no me gusté.
Había incoherencia y miedo,
soledad y espacios estancos.
No rompiste la bolsa que nos unía.
No quisiste hacerlo.
Pusiste todo de tu parte para no nacer,
aunque te hervían las ganas de vivir.
Tú no querías ser yo.
Viniste a romper el matriarcado,
porque solo si lo hacía una mujer,
podríamos reconstruirlo de nuevo.
Y mientras eres tú ahora,
conectas con quien fui yo ayer.
Y esa niña aflora, se muestra
y la comprendo.
Encuentro la primera piedra,
la que alzó el muro tras el que crecí.
Y no es mía,
viene de lejos,
la arrastró mi madre y
posiblemente la suya antes.
Y decido demoler el muro,
para convertir sus piedras
en adoquines de un camino que
pueda recorrer de tu mano.