He perdido el control del tiempo.
Que idea tan nefasta la del control y que integrada la tenemos.
Este año, he salido de mi zona de confort en todos los niveles. Tanto es así, que hace más de un mes que vivo fuera, literalmente, de mi mayor refugio, mi casa.
Tantas cosas, muy potentes, en un tiempo tan concentrado, me han obligado a replantearme mis tiempos y a aceptar que no podían mantenerse cómo estaban.
Estoy lejos de cosas fundamentales y necesarias para mi bienestar, pero es una parcela que tiene caducidad. Por eso respiro, acepto el momento tal cual es y bailo al ritmo que trae.
Pero estoy cansada.
La profesora de Babau, en nuestra última reunión, me dijo que no le preocupaba nuestra hija, porque tenía el colchón de la familia. En ese momento, me pareció que era una seguridad unilateral, de padres a hija, estos días sé que no es así.
Su sonrisa, su amor, su buen humor, sus cuidados y atenciones, me llevan de la mano.
Que suerte despertar y veros.
Hay un verso precioso en el poemario Nòmades:
«M’agrada dormir
dins un bolic de roba»
Sois mi ancla al presente.
Las migas de pan cuando me pierdo en el camino.
Y el arrullo en el que descanso.