Vínculo.

«Unión o relación no material, especialmente la que se establece entre dos personas»

….Entonces, para lo nuestro, hay que inventar una palabra nueva.

Hoy hace cinco años que llegaste a mi vida.

No cambiaste mi vida.

Simplemente.

Hay un antes y un después.

Existe mi vida antes de ti y mi vida contigo.

Todo es diferente.

Yo.

Mi mente.

Mi cuerpo.

Mis creencias.

Mi filosofía de vida.

Mi relación con los demás.

Mi forma de ver el mundo.

Mis prioridades.

Mi familia.

Contigo se produjo un milagro, algo a lo que estamos tan acostumbrados que hemos dejado de darle el valor que se merece. Tu padre y yo juntos te creamos. Hicimos algo que nos unirá para siempre. Creamos un vínculo indestructible.

Fuimos dos para ser tres.

Y contigo nuestra vida ha entrado en otra dimensión. Una en la que existe la magia, en la que cada día se aprende algo nuevo, en la que sólo con imaginarlo es posible. Una en la que vale la pena vivir.

Feliz cumpleaños.

 

 

 

 

Carmen

Hace días que estas palabras rondan mi cabeza. Me acabo de dar cuenta de la importancia de publicarlas hoy, aunque no dispongo de los medios adecuados, voy a intentar que quede a la altura de lo que quiero expresar.

Este post está dedicado a la mujer que le dio vida a mi existencia, mi madre.

Si tuviera que definirla con un adjetivo, sería superviviente. Es una persona que se crece ante las adversidades. Confía en su fuerza innata para afrontar cualquier tipo de situación y salir airosa.

No es única.

Pertenece a esa raza de mujeres que nacieron bajo la opresión. Que han vivido, dictadura, transición, democracia, crisis económicas y espirituales. Que crecieron bajo los ecos de la postguerra y conocen el significado de la carencia. Con profundos valores morales, a veces incomprendidos, a veces a destiempo.

Pero no es igual.

Si tuviera que definirla, después de haberlo pensado largamente, sería un camaleón. Es capaz  de ser Reina entre reinas y la más humilde obrera en una fábrica. Tiene la capacidad de fundirse con el medio, de sacar lo mejor de ella misma y del ambiente que la rodea.

Ya sé por qué detesto la mediocridad, porque a pesar de haber llevado una vida sencilla, siempre la ha vivido plena y en constante crecimiento personal.

Te quiero, no tanto como tú a mi. Cada una tenemos nuestro papel.

Existe la creencia de que elegimos a nuestros padres. Yo, hoy por hoy, lo tengo muy claro. Gracias a ti he podido ser la mejor versión de mi misma para mi hija.

Necesitaba tus valores, tu forma de entender la familia, el perdón y el amor para crear mis propios patrones.

Sin ti,  yo no podría ser yo.

Soy feliz viviendo esta nueva etapa, de nuestra relación, en la que hay un nuevo eslabon que fortalece más nuestra unión.

Quiero agradecerte, que hayas sido capaz de respetar el tiempo y el espacio que necesitaba para definirme de nuevo. Y que hayamos cambiado nuestros códigos de comunicación.

Ahora me ves como soy y te quiero aún más por ello.

Carta al Director

Cuando era pequeña, muy pequeña, en parvulario, le tenía un miedo atroz al Director de mi colegio.

Recuerdo que para entrar en la clase formábamos filas en el patio. Durante ese rato, me consumía la ansiedad y los nervios ante la posibilidad de que mi profesora faltase y él tuviese que hacer de sustituto.

Y así cada día, todos los días.

Para mi fortuna Gloria no faltó nunca.

Después de aquel colegio, fui a otros dos más y al instituto. A duras penas recuerdo a ningún director más. Ninguna relación, ninguna palabra, ningún intercambio.

Las personas muy introvertidas en nuestras relaciones y con nuestras emociones necesitamos tiempo y espacio.

Actualmente sé que eso es exactamente lo que no me proporcionaron los adultos de mi entorno, en su mayoría. Pasé mi infancia pensando cosas que jamás dije.

Nunca hubo ayuda contra ese miedo, porque jamás lo expresé en voz alta.

Y ahora he vuelto al colegio, como madre.

Cada día doy la manita a mi hija y entramos en el colegio. Cada día en la puerta está su Director recibiendo a los niños.

Y con él se reescribe la historia.

Esta es la parte difícil de abordar, me cuesta mucho encontrar palabras de agradecimiento que de verdad expresen lo que siento.

Estos dos años a tu lado dejan una huella imborrable en nosotras y especialmente en mi. A tu lado la personas desean crecer, aunque ya sean adultas.

Eres, Ricard, un educador en mayúsculas. Una persona inspiradora que trabaja creando un mundo mejor. Alguien con quién deseas hablar porque contigo la comunicación es en los códigos del corazón.

Te recordaré siempre, ayudando a tirarse por el tobogán a los más pequeños, en la excursión.

Sin duda no inspirabas temor a nadie.

 

 

 

 

 

 

 

Orgullosa

Hace un mes dejé este post en borradores, quería guardar una imagen, una de esas que te llegan al alma.

Volvía del aeropuerto, en mi mente sólo estaba mi hija. Mientras iba a buscarla mire en el parque y allí estaban. Ella jugando y su Yaya mirándola.

Lo que me conmovió fue el escudo protector que desprendía la Yaya. La miraba entre solicita y orgullosa, a la vez que todo su gesto marcaba claramente un límite protector, accesible a otros niños y  totalmente prohibido a cualquier peligro.

Y me sentí orgullosa, de ella, de mi madre, de mi hija y de mi misma.

Vengo de un extraordinario matriarcado.

En la historia familiar ha quedado poco espacio al género masculino. En los matriarcados, las féminas, convivimos en un sinfín de laberintos de códigos emocionales indescifrables. Cada una de nosotras asume un rol y la comunicación es en clave.

Todo lo que tiene de desequilibrado, de ausencia, de confuso, lo compensa con riqueza de experiencia, de sentimientos, de amor…

En mi caso supuso una fortaleza, en la que crecí protegida y feliz. Rodeada de amor y de historia. Rodeada de mujeres tradicionales, de principios elevados. Que tenían bien clara la diferencia entre el bien y el mal. Perfeccionistas y autoexigentes, capaces de sacar adelante familias enteras sin ninguna ayuda.

Por ellas me siento orgullosa, de mi historia, de mi familia, la de sangre y la elegida y de mi género.

 

 

 

 

 

 

 

La hucha de la Felicidad

Las tomas de conciencia son como bofetadas sin dolor. De golpe, ves algo que hasta ahora había permanecido inbisible. A veces, es algo nuevo y a veces es otra forma de ver lo mismo.

Cuando me pasa me sirve de punto de inflexión, marca la diferencia entre un antes y un después. Y sirve como nuevo punto de partida.

Esta semana, mientras conducía, tuve una en lo que respecta a mi familia.

He compartido menos tiempo del habitual con ellos y eso siempre se hace difícil. Pero, en previsión de esto, había estado más tiempo con Babau y había  intentando que fuese intenso.

Mientras hacía balance de estos días, me di cuenta, de que sí se puede acumular algo de felicidad para estirarla después. Una especie de hucha.

Cuando la paternidad no fue lo idílica que imaginamos, una vez comentamos la suerte de haber hecho todo lo que queríamos antes de ella, dormido, reído, amarnos, disfrutado, viajado… recordarlo nos daba fuerzas y paciencia para dejar pasar el tiempo en aquella situación. Habíamos hecho, sin darnos cuenta, una hucha de felicidad de pareja, que nos sirvió para los casi dos años de stand by que nos supuso este cambio.

Con los hijos, no creo, que las huchas sean la justificación a las ausencias, un hijo prefiere verte cada día y no mucho rato el domingo. Ni creo que, la misma hucha, tenga la capacidad de llenar mucho tiempo. Pero sirven para emergencias y para que las mamás nos dejemos de criminalizar por querer desarrollados laboralmente.

Teniendo en cuenta el factor sorpresa de la vida, la parte incontrolable, la que no se puede planificar o agendar. Volvemos siempre al mismo punto. Disfrutar el momento, vivir el presente, en el mejor de los casos es la forma ideal de vivir la vida.

Cuando no te servirá de hucha.