Hoy no escribiría este post. No me detendría a pensar, ni a escribir. No tendría esta famosa cita conmigo misma que habitualmente me hace feliz.
Mi año laboral se puede calificar con cualquier adjetivo menos lineal. Es una auténtica montaña rusa que estos días ha cogido velocidad para precipitarse al vacío.
Tendría una excusa perfecta para pasar de mi.
Pero, cuando volví a este tipo de trabajo, lo hice con la conciencia de que esta vez sería capaz de controlar.
Hace mil años, me dejé llevar de tal manera que perdí totalmente el control de mí misma y de mi vida.
Esta vez tenía un ancla, sabía que no me podía dejar absorber, tenía responsabilidades más allá del trabajo. Y Babau me ayudó mucho los primeros años.
Hasta que he aprendido la lección. No desconecto por ella, lo hago por mi. Me quiero lo suficiente para que mi trabajo no me quite la vida. Y curiosamente, uno de los más beneficiados es mi trabajo.
Estamos formados por varios Yo, y cada uno de ellos tiene que ser feliz, para que Tú seas feliz.
Sin excusas.
Sin esperas.
Ahora, porque la vida no se detiene hasta que tengas tiempo de disfrutarla.