La montaña rusa

Hoy no escribiría este post. No me detendría a pensar, ni a escribir. No tendría esta famosa cita conmigo misma que habitualmente me hace feliz.

Mi año laboral se puede calificar con cualquier adjetivo menos lineal. Es una auténtica montaña rusa que estos días ha cogido velocidad para precipitarse al vacío.

Tendría una excusa perfecta para pasar de mi.

Pero, cuando volví a este tipo de trabajo, lo hice con la conciencia de que esta vez sería capaz de controlar.

Hace mil años, me dejé llevar de tal manera que perdí totalmente el control de mí misma y de mi vida.

Esta vez tenía un ancla, sabía que no me podía dejar absorber, tenía responsabilidades más allá del trabajo. Y Babau me ayudó mucho los primeros años.

Hasta que he aprendido la lección. No desconecto por ella, lo hago por mi. Me quiero lo suficiente para que mi trabajo no me quite la vida. Y curiosamente, uno de los más beneficiados es mi trabajo.

Estamos formados por varios Yo, y cada uno de ellos tiene que ser feliz, para que Tú seas feliz.

Sin excusas.

Sin esperas.

Ahora, porque la vida no se detiene hasta que tengas tiempo de disfrutarla.

 

 

 

 

 

 

Nueve: Los días de pelo sucio.

Sí, hija mía. Hay días, en los que te tienes que dar el gusto de llevar el pelo sucio. De disfrutar, de relajarte, de quitarte la presión. Esa que te obliga a estar bien, para los demás, para el colegio, para la universidad, para el trabajo… para lo que sea.

Ya me entiendes. Sé capaz de ampliar los límites. Disfruta de comer una fruta y mancharte con su zumo. Disfruta de llevar tu ropa más vieja una tarde en casa. Disfruta de ver lo guapa que eres sin maquillaje ni artificios. Disfruta de darte el capricho de sentirte libre de cumplir con los convencionalismos. Yo, en mi caso lo tengo claro, el día de la rebelión es el que me digo, a la mierda, hoy no me lavo el pelo. Y ya ves, no cambia nada, en el mundo todo sigue su curso. Es más en la vorágine de nuestras vidas nadie se va a dar cuenta. Pero yo ese día soy más libre, porque con un gesto,  me revelo de lo establecido.

Decido.

Y eso, me ayuda a darme cuenta de que, aunque tenga obligaciones e imposiciones, hay una parte aunque sea ínfima, sobre la que sólo yo tengo el control. Y ahí es dónde me reafirmo.

Así que te invito a que vivas evitando la mediocridad pero sobretodo a que vivas libre.

Ocho: Si uno te empuja ganas velocidad.

Esta afirmación fue como una revelación. La escuché relacionada con el deporte. Pone de manifiesto, que aunque uno te quiera detener o entorpecer, puedes usar su fuerza en tu beneficio. Brutal.

Con el deporte se hace algo más que ejercitar los músculos. Es una forma de vida, una filosofía. No soy la persona más deportista del mundo. Aún no sé, ni siquiera, si he encontrado algún deporte que me apasione de verdad. Pero siempre hago algo. Nunca dejo el deporte de lado. Primero porque creo que si lo dejo ya no lo volveré a coger. Y segundo porque soy consciente de todos sus beneficios.

Tú te crees que Mamá gana carreras cada vez que sale a entrenar. Nunca olvidaré, tu cara de admiración, en la meta de mi primera carrera. Estabas convencida de que había ganado. Realmente segura, a pesar de que habían pasado más de novecientas personas por la meta antes que yo.

La vida, si tienes suerte, es una carrera muy larga. Durante la que pasan muchas cosas y en la que no siempre tienes las mismas fuerzas. Hay épocas o momentos verdaderamente duros o difíciles. Que, aunque te sirvan para madurar, evolucionar o crecer, hay que pasar. Y también hay personas que te van a complicar ese camino. Va a depender de ti cómo vas a encajar todo eso.

Lleva el ritmo, dosifícate. Hay momentos que sola correrás mejor y otros que la fuerza del grupo te ayuda a seguir o a llevar una velocidad que no es la tuya natural. Pero piensa y planifícate. Si lo das todo de entrada no te quedará nada para el final. Y a veces andar unos pasos te da las fuerzas para seguir corriendo. Aunque en la carrera haya más gente, la haces tú sola. Así tú decides quién te acompaña. Y, lo más importante, qué te va a afectar de los demás. Aprovecha los empujones para acelerar.

Es tu carrera, tu vida.

Siete: Cuando el vaso lleno no es una visión optimista.

Cuando comencé a escribir el legado, dije que tenía una idea global, pero sentía que se iría forjando a medida de que fuese escribiendo y pasando el tiempo. Y así es, cada semana me ha llevado de forma natural a la siguiente idea, ha dado forma y orden a mis palabras.

Hoy, me siento a escribir, aprovechando un estado muy habitual en mí. Tengo el vaso lleno, pero no con una visión optimista del vaso. Es más bien la sensación, de que si me cae una gota más el vaso va a estallar. Ya no me preocupa, sé porqué me pasa, nací sin asertividad. Algo que me ha costado muchísimo identificar y definir.

Una persona asertiva es capaz de comunicarse con madurez, dice lo que piensa sin agredir a su interlocutor y sin quedar sometido a su voluntad. Es decir, no se traga todo lo que piensa, o dice amén a todo. Hasta hace un tiempo me era más fácil tragar que hablar. Eso sí, cuando me decidía a hablar, al haber estado guardándome las palabras salían de la peor manera posible. Lo cual, después, me dejaba una tremenda sensación de culpabilidad. Y así vas sobreviviendo acumulando palabras, emociones… hasta que las sientes cómo una sombra sobre ti que te impide fluir libremente.

En mi caso, llené tanto el vaso que tuve que pedir ayuda, lo cual es un síntoma de fuerza bien entendida. No se es fuerte por ser capaz de aguantarlo todo. Se es, por la capacidad de decidir cómo vivir la vida. A veces de frente, asumiéndolo todo, otras pidiendo ayuda y otras dejando las cosas pasar.

Así que, te invito a que, cuando se te llene el vaso rebose lo mejor de ti misma.